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miércoles, 25 de abril de 2012

¿Y si mi hijo no toma leche?

El lunes comentábamos las raciones recomendadadas de ingesta de productos lácteos para garantizar el aporte suficiente de calcio. En este punto una de las preocupaciones de muchas madres y muchos padres es ¿y si mi hijo no toma leche, qué le puedo dar?

Intentando responder a esta cuestión he consultado las recomendaciones de la Asociación Española de Pediatría (AEP).

Los humanos, como todos los mamíferos pasamos por un periodo de lactancia exclusiva, seguido de otro en el que vamos probando otros alimentos, hasta que finalmente dejamos de mamar. Aunque a partir de entonces (aproximadamente a los 6 meses de edad) la leche no es indispensable, sigue siendo un excelente alimento, sobre todo como fuente de calcio. 

El calcio es un mineral que resulta necesario para formar y mantener el esqueleto óseo y los dientes. La ingesta adecuada diaria de calcio va aumentando desde un mínimo de 200 mg en el recién nacido, hasta un máximo de 1.300 mg entre los 9 y 18 años. Un litro de leche de vaca aporta 1.200 mg de calcio.

Las causas para que los niños rechacen la leche puede deberse a que a algunos les disgusta el sabor, pero también hay los que tienen intolerancia a la lactosa o alergia a las proteínas de la leche de vaca. Tras descartar con el pediatra que el niño no padezca las enfermedades mencionadas, insistiremos en el consumo de leche, pero además conviene conocer e incorporar a su dieta otros alimentos que aportan calcio.

El calcio se encuentra en los derivados de la leche como el yogur o el queso, y en otros productos que nos resultan menos evidentes. Por ejemplo pescados (la sardina de lata, preferiblemente con su espina, dorada, besugo, lubina, boquerón), la yema del huevo, las legumbres (principalmente soja, garbanzos, y alubias), verduras como espinacas, berza, acelgas y brócoli, algunas frutas (naranja, kiwi, higos), cereales, sobretodo la avena y el trigo, y los frutos secos (almendras y avellanas).

Otra manera de que los niños ingieran calcio, sin apenas darse cuenta, son los batidos de fruta con un poco de leche, los zumos fortalecidos con calcio, arroz con leche casero, quesos blandos o agregar queso rallado a pastas, guisos y sopas.

Pero el calcio por sí solo no es suficiente, también hay que tener en cuenta:
  1. La forma de cocinarlos. Una parte importante del calcio y otros nutrientes (vitamina C, hierro, etc.) se pueden perder durante el cocinado, en especial cuando se hierven mucho tiempo en agua y con el alimento troceado.
  2. La absorción del calcio en el intestino. El calcio que mejor se absorbe es el que procede de la leche, gracias a la lactosa. En el extremo opuesto está el calcio de algunas verduras, como las espinacas, que se absorbe mal debido a que contienen oxalatos. En un lugar intermedio podemos situar el calcio de las legumbres (sobre todo el de la soja) o el de la cáscara de los cereales (salvado), que se absorbe regular porque estos vegetales contienen fitatos.
  3. El depósito de calcio en los huesos. Para que el calcio absorbido se deposite bien en los huesos se necesitan dos cosas: vitamina D y ejercicio físico. La mayoría de la vitamina D que necesitamos se fabrica en nuestra propia piel, gracias a la exposición a la luz solar.
Recordad, que la infancia es un periodo crucial para el desarrollo de los huesos, pues en los primeros años se forma más del 90% de la masa ósea que tendrá de adulto. Por tanto, además de consumir alimentos ricos en calcio, ya sea leche u otros alimentos, es esencial la exposición al sol y la práctica de ejercicio.

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